Con indignación me resigne a subir a uno de los igual de llenos colectivos de la linea 92, a fuerza del frío y del deber para con mi vida universitaria, me subí. Una espesa y turbia cortina de un aroma difícil de indentificar sobre volaba la cabeza de los 40 pasajeros de ese colectivo, todos apretaditos cual camión de granja transportando ganado, realmente ya no sabia si iba camino a la facultad o al matadero.
Empujando y empujando logre posicionarme en un lugar bastante estratégico, siempre hay que buscar uno lejos de la puerta donde la gente te atropella y entra el chiflete y, cerca y lo suficientemente lejos de la puerta de bajada para descender con tranquilidad.
Obviamente en esta clase de viaje no falta algún personaje, que a pesar del perfume especial de las personas, te alegre el trayecto hasta tu destino...
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